lunes 04 / 05 / 2020

La derecha radical ha venido utilizando la estrategia deliberada de la desinformación de forma creciente a través de las redes, cuyo gurú es Steve Bannon. De una forma muy resumida su estrategia se concreta en decirle a los electores lo que quieren oír y crear un enemigo que sirva de amalgama entre una diversidad de colectivos heterogéneos y afinar técnicas comunicativas para aderezar la información a fin de ponerla al servicio de una causa o candidato.


La “ultraderecha”, de las Fake-News al bulo histórico

La “ultraderecha”, de las Fake-News al bulo histórico

Vivimos una época de repunte histórico del populismo de derechas, de la derecha radical o de la “ultraderecha”, como cada uno quiera o prefiera designarla. Al tradicional y fuerte “Frente Nacional” de Lepen en Francia, se le han sumado los Bolsonaro, Salvini o Trump, y más cerca de nosotros en el último año, el partido denominado “Vox”.

Estos partidos o lideres han venido utilizando la estrategia deliberada de la desinformación de forma creciente a través de las redes, cuyo gurú a partir de la campaña de 2016 en EE.UU. es Steve Bannon. De una forma muy resumida su estrategia se concreta en decirle a los electores lo que quieren oír. Reforzar sus ideas. Crear un enemigo que sirva de amalgama entre una diversidad de colectivos heterogéneos y afinar técnicas comunicativas para aderezar la información (verdadera o falsa) a fin de ponerla al servicio de una causa o de un candidato. Lo suyo son la posverdad y la propaganda.

Pero recientemente no sólo he podido comprobar la utilización de este tipo de desinformación de noticias actuales por parte de la derecha, sino un ejercicio deliberado del bulo histórico. No hablo de la distinta interpretación de acontecimientos, sino de su deliberada creación de eventos históricos. Es probable que hasta ahora el lector piense que estoy hablando de la polémica generada por Ortega Smith llamando asesinas y violadoras a las “13 Rosas”, que no merece ni comentario porque se inscribe en la estrategia “Bannon” de intoxicación, pero este ha sido el caso más conocido porque lo protagonizaron ellos mismos, pero no el único. Es menos conocido el “titular” aparecido en varios medios digitales que afirma que “el fascismo siempre fue de (extrema) izquierda”.

Me atrevería a decir que esto se ha generado por una reacción de defensa ante la acusación de “fascistas” de una parte de la población a estas tendencias políticas. No quiero ahondar en este post en el debate sobre una posible definición como fascistas de partidos como Vox o de Bolsonaro. Desde una visión “academicista” no sería correcto definirlos así, ya que aunque tengan determinadas características que se acerquen a algunas de las tradicionales ideas fascistas, no cumplen con los requisitos necesarios para que se les denomine así, como los definí al principio de esta post considero mucho más certero y justo denominarlos como “derecha radical”. Creo que estos han pensado que la mejor defensa es un ataque y están acusando a la izquierda de algo que no gusta a nadie, que es ser fascista.

Lo que es incuestionable es que ninguna corriente de las ciencias históricas ha defendido nunca la tesis de que el fascismo sea un movimiento de izquierdas. Ni siquiera el afamado Stanley Payne, historiador nada sospechoso de izquierdista, la incluye entre las posibles interpretaciones del fascismo. Este discurso que quieren popularizar se basa en un supuesto origen izquierdista de Mussolini o del “Nacional-socialismo”. Es evidente que el discurso propagandístico del fascismo quería atraer a las clases populares y obreras (mayoritarias en Italia y Alemania en los años 30), pero eso no significa que su propuesta, como se demostró posteriormente en la gestión económica, tuviera una verdadera preocupación por revertir o modificar la relación entre capital y trabajo. Por poner sólo un ejemplo con Alemania, el partido Nazi llegó al poder gracias al apoyo de los grandes industriales alemanes (Porsche, Bayer, BMW, Siemens, Volkswagen,...) que no sólo le pagaron la campaña electoral (y hasta un avión para hacer varios mitines diarios) sino que después se lo “cobraron” en forma de suculentos contratos millonarios y con la eliminación de la legislación laboral defensora de los trabajadores emanada de la república de Weimar. Además la colaboración de la derecha "económica" (de Von Papen) fue clave para logra el poder.

Tampoco es razonable hablar de que era un “socialismo nacionalista”, ya que en ningún momento los partidos fascistas generaron una política de nacionalización y control estatal cuando gobernaron. La política económica subordinaba en teoría, y en el discurso propagandístico, a la iniciativa privada al interés general pero, en realidad, favoreció a la gran patronal y a los terratenientes, potenciando el crecimiento económico en torno a la industria pesada y las grandes empresas.

Tanto en política como en la vida, la coherencia entre lo que se dice y se piensa y entre lo que se hace y se ejecuta es muy importante. Tanto en la derecha como en la izquierda hay muchos ejemplos de incoherencia pero desde luego el fascismo y Hitler nunca quisieron llevar adelante ningún plan oculto de izquierda radical o revolucionario de clase sino más bien todo lo contrario, mantener el “status quo” existente. No dejemos que nadie distorsione la memoria histórica porque de lo contrario estaremos condenados a volver a repetir los errores del pasado.