La importancia de este movimiento ciudadano en la transformación del paisaje es más importante de lo que se reconoce, ya que cientos de zonas de nuestro archipiélago se habrían moldeado de otra forma sino llega a ser por la actuación de estos grupos.
La crisis ecológica mundial generada por la expansión de los sistemas socioeconómicos humanos casi hasta los últimos límites de lo conocido, caracterizada por la globalidad y la creciente irreversibilidad de los daños causados, por la modificación de los pasados equilibrios del planeta y la extensión de macro contaminaciones ya no circunscritas a ecosistemas o regiones determinadas, sólo se hace evidente y palpable a partir de la segunda mitad de la década de los sesenta. Esta lenta, pero creciente constatación, de crisis se combina en nuestro archipiélago con una creciente percepción del gran cambio acaecido en Canarias con la llegada del desarrollo turístico, y las consecuencias que el mismo genera en todas las áreas; infraestructuras, urbanización de la vida cotidiana o perdida de valores “tradicionales”. Además a todo esto se le une una creciente “topofilia”, ya que muchos ciudadanos ven, como día a día, se va transformando el territorio o paisaje que disfrutó en su niñez o juventud.
En este contexto se va generando en Canarias la “toma de conciencia” sobre nuestra situación medio ambiental, y a grandes rasgos comienzan a aparecer poco a poco grupos de ciudadanos y ciudadanas, que de una forma más inconsciente, a través de grupos de montañeros o asociaciones de vecinos, o de una forma más “planeada”, en forma de grupo ecologista, defienden la consideración de que cualquier tipo de desarrollo, y como consecuencia, cambio del paisaje, no es de por sí positivo, y que es imprescindible tener en cuenta las consecuencias de la transformación que se proyecta.
La importancia de este movimiento ciudadano en la transformación del paisaje es más importante de lo que se reconoce, ya que cientos de zonas de nuestro archipiélago se habrían moldeado de otra forma sino llega a ser por la actuación de estos grupos. Dos ejemplos contundentes e históricos de esta cuestión han sido los paisajes litorales de Veneguera (Gran Canaria) y El Rincón (Tenerife), estos dos territorios se vieron en “peligro” cuando en la década desarrollista de los ochenta se intentaron poner en marcha planes para convertir estas zonas en turísticas. La creencia de sectores sociales y ecologistas importantes de que el desarrollismo turístico debía tener un parón en esas islas hizo que se levantaran sendas Iniciativas Legislativas Populares (ILP) que tuvieron más de las firmas necesarias, y llegaron al Parlamento, teniendo la clase política la necesidad de no contravenir esta “decisión” popular. Esta iniciativa ciudadana demostró su propia capacidad para impedir la “transformación” del paisaje y territorio, zonas que podrían tener ahora más camas turísticas que Puerto Rico o Puerto de la Cruz se han visto preservadas para el futuro1. Aunque estos han sido dos ejemplos muy importantes, este proceso de defensa del territorio no ha cejado su empeño, siendo los últimos hitos de dicho proceso participativo2 las manifestaciones contra la política especulativa en el litoral, en el Frente Marítimo de Las Palmas de GC y Granadilla, esta última con más de 60.000 personas movilizadas3. Además no sólo hay que tener en cuenta los grandes proyectos, porque cuando algunos caminamos por la isla y vemos un palmeral, es posible que haya sido “salvado” por una iniciativa ciudadana y no por ninguna administración. Todo esto denota que el movimiento ecologista y de defensa del territorio en Canarias no sólo está vivo, sino que es necesario y que será digno de estudio de historiadores en el futuro, como el movimiento social más importante del archipiélago en la transición entre el siglo XX y XXI.
Estas ILP contenían la obligación de desarrollar un Plan de Desarrollo Alternativo que mejorará la vida de los ciudadanos que allí viven, y que por desgracia ha sido totalmente olvidado por la clase política y el Parlamento.
Muchos expertos valoran estos procesos no sólo como una muestra de defensa del territorio, sino también como una muestra de que “otra democracia es posible”, una democracia, donde la participación ciudadana en estos asuntos no sea una excepción sino una norma. Ver “Toma de decisiones colectivas y política del suelo”, Edición a cargo de Juan Sánchez García. Fundación César Manrique. 2004.
Las manifestaciones medioambientalistas contra la construcción del Puerto de Granadilla han resultado ser las más importantes y numerosas no sólo del Estado español, sino hasta de Europa.
Artículo publicado en 2007 en "Paisaje y territorio en Canarias".