Ayer tuve la oportunidad de disfrutar de una conferencia de uno de los mejores coach del mundo, Juan Carlos Cubeiro. Esta intervención se produjo en el marco de unas Jornadas organizadas por la Asociación de Mujeres Empresarias de Canarias (ASEME) con la colaboración del Ayuntamiento de Telde, el Cabildo de Gran Canaria y la Cámara de Comercio.
Juan Carlos Cubeiro, es uno de los mayores expertos internacionales sobre talento coaching y liderazgo y ganador de galardones como el Premio Líder Humanista, Líder de Excelencia, Brain & Heart al mejor docente (EBS), y Doctor Honoris Causa por la HAC Business & Management de la Universidad de Nueva York, entre otros.
Cubeiro está muy vinculado al deporte, no sólo porque participó en el equipo de coaching de la selección española que ganó el mundial en 2012, sino porque recientemente ha publicado un libro que relata, tras una investigación con el protagonista, como podemos llevar las enseñanzas del tenista Rafa Nadal a la vida cotidiana, “Nadalizate” (Editorial Alienta, 2023).
Momento de la conferencia del coach, Juan Carlos Cubeiro, en Telde.
Pero, ¿qué tiene que ver todo esto con la UD Las Palmas?.
En primer lugar, hemos leído recientemente la polémica sobre el uso individual o grupal del coach del equipo que trajo el año pasado el entrenador, García Pimienta. Es curioso como el equipo canario ha recurrido, por primera vez en su historia, a la incorporación de un coach al cuerpo técnico de la UD. Esto es una muestra de como este recurso se está incorporando a casi todas las facetas del mundo profesional, y de hecho la prensa grancanaria ha responsabilizado de parte de los buenos resultados del equipo a la aparición de este puesto.
En segundo lugar, Juan Carlos Cubeiro comentó ayer que el liderazgo, entre otras cuestiones, es lograr llevar a la excelencia y por encima de sus posibilidades a los equipos humanos, y puso como ejemplo a la UD Las Palmas, que con un presupuesto y un “valor de jugadores” en torno al noveno puesto de la liga ha logrado llevar al equipo a estar hasta ahora entre el primer y segundo lugar de 22 equipos. Y eso sin duda es un éxito de liderazgo de Pimienta y su equipo técnico.
Cubeiro hablaba ayer de como las personas podían conseguir la felicidad, no sólo como una cuestión material sino en la actitud diaria ante la vida, en el formato (casi diario) de varias actividades deliberadas. Algunas de ellas, entre otras, son las siguientes: expresar gratitud, cultivar el optimismo, desarrollar estrategias de resilencia, aprender a perdonar, saborear las alegrías de la vida y comprometerte con tus objetivos.
Esta reflexión del coach me genera un pensamiento automático. Que la UD me ha generado una felicidad y unas alegrías durante el último año que es para estar agradecido como aficionado amarillo que soy. Creo que hay que saber perdonar el mal juego y los errores de los últimos tres o cuatro partidos, ser optimistas y apoyar al equipo y a partir de ahora desarrollar estrategias para lograr el objetivo que deseamos entre todos, que no es otro que el ascenso. Arriba de’llos!!.
Son demasiadas las ocasiones que cuando estoy mirando la carta de un bar o restaurante escucho esta frase por parte de un camarero o un hostelero. Y siempre se convierte en una oportunidad para hacerles caer en la cuenta de que hay consumidores que nos gusta tomar vino de nuestra tierra. Las respuestas son variadas, pero sigo sorprendiéndome porque en Canarias, hay que hacer esfuerzos notables para hacer entender a nuestros hosteleros, y a nuestra ciudadanía en general, de la necesidad del consumo de productos de proximidad, de productos Km 0 o como los solemos llamar en Canarias, “productos del país”.
La distribución de alimentos y, por tanto, nuestra alimentación diaria no se han escapado en los últimos 30 años de la globalización que se ha instaurado en todo el mundo. Hoy por hoy no nos resulta extraño llevar a casa y poner en la mesa productos de procedencias muy diversas, productos que, de media, han recorrido más de 5.000 kilómetros, en un territorio además alejado, más si cabe, de los principales centros de producción (Europa y América). No cabe duda que los procesos de envasado y transporte que conlleva mover productos desde el otro lado del mundo dejan una huella ecológica importante en nuestro planeta. Frente a los alimentos que viajan tantísimos kilómetros desde su lugar de producción hasta nuestra despensa, están los llamados productos de Km 0 o productos de proximidad.
Es evidente que ante la saturación poblacional y el número de turistas anuales en Canarias no estamos capacitados para autoabastecernos a un 100% de productos propios pero esto no es óbice para que administraciones, empresas y ciudadanía deban realizar el máximo de esfuerzos para que el consumo de productos del país sea el máximo posible. Para ello es necesario la promoción y ayuda a la agricultura y ganadería, el reforzamiento de la industria alimentaria y la sensibilización entre nuestra gente de la necesidad de un consumo responsable de nuestros productos. Trabajo institucional, que por cierto, ha significado al Cabildo de Gran Canaria con iniciativas como “Gran Canaria Me Gusta”, la Ruta del Vino de Gran Canaria y otras, con un liderazgo potente con respecto a lo que estábamos acostumbrados históricamente.
Vino blanco de Lanzarote.
Parémonos un momento ante el ejemplo del vino. Existen varias razones que hacen menos competitivo a nuestros “caldos”. Producciones pequeñas y atomizadas que aumentan el precio de comercialización, un paladar de nuestra gente acostumbrado a años de dominio de los “perfectos” Ribera y los Rioja, una distribución deficiente de las marcas, etc.
Pero, ¿se trata de competir o de tener un hueco en la mesa para nuestros residentes y/o visitantes?. En el caso del vino blanco, los vinos de distintas islas se han ganado la confianza y una creciente fama entre el consumidor. Es verdad que el tinto sufre más la competencia por distintos motivos, pero desde luego como consumidores (y lo hago extensivo a las empresas y administraciones) debemos alzar la voz cada vez que podamos para que en un almuerzo, en un evento o en un restaurante tengamos la opción de poder probar un vino del país. ¿Cómo es posible que en un restaurante de “Las Canteras” te ofrezcan un “Lambrusco” o un “Rueda” y no sean capaces de tener en carta un “Bermejo” de Lanzarote o un “Agala” de Gran Canaria?. ¿Si ustedes viajaran a la Toscana o a Provenza no quisieran probar un vino de la zona?, o ¿pedirían un Rioja?. En fin. Es indiscutible que nuestra hostelería debe dar la opción de probar nuestros propios vinos al residente y al turista. No pido que la carta entera sea de vino canario, por supuesto, pero que por lo menos haya cierta variedad (en marcas y precios) que permita una selección óptima. Por supuesto en esto, el consumidor tiene mucho que decir.
Vino tinto de Tenerife con aguacate y tomates ecológicos.
Es evidente que la apuesta por el producto de proximidad no sólo es una cuestión de “patrioterismo” muchas veces ridiculizado por memes y chistes (como la imagen del Clipper y el chorizo de Teror) sino que sobre todo el consumo de este tipo de productos ayuda a llevar una alimentación más equilibrada, sana y saludable (con respecto sobre todo a la producción agrícola y ganadera), son más sostenibles y reducen la huella de carbono, reduciendo en gran medida la contaminación.
Además reducen el desperdicio alimentario. Ya que muchos productos que viajan miles de kilómetros antes de llegar al supermercado se estropean en el transporte. La cercanía entre el lugar de origen y el lugar de consumo final evita el deterioro y las mermas de alimentos, y por supuesto ayudan a promover la economía local. Con los productos de cercanía se reducen los intermediarios necesarios para esos alimentos lleguen a las tiendas, impulsando una economía más justa que respeta los derechos de los productores.
Seguramente esta es una dura confrontación contra el consumo despiadado de productos foráneos traídos de fuera, a miles de kilómetros, pero desde luego es una “guerra” donde cada uno puede poner de su parte muchísimo. Cuando haya dudas siempre compra local, y en la medida de lo posible apuesta por este consumo en tu día a día. Nuestro futuro y el del planeta también esta en tu mano. #NoHayPlanetaB
PD: Les dejo por aquí iniciativas interesantes institucionales de promoción de productos del país:
El anuncio de la Consejería de Educación del Gobierno de Canarias de que eliminará del temario obligatorio de 4º de Secundaria la asignatura de Historia de Canarias no solo ha suscitado una fuerte polémica, sino que ha vuelto a poner sobre la mesa una deuda pendiente que tenemos con nuestro propio pasado.
Cuando estudié Bachillerato -la actual Secundaria- a finales de los 80 y principios de los 90, lo único que me enseñaron fue lo que un extraordinario profesor, Alexis Orihuela (al que aprovecho para hacer un pequeño homenaje con estas palabras), nos relató sobre la Guerra Civil y el Franquismo en las Islas. Aunque quería saber más, confiaba en que, en la universidad, al estudiar Geografía e Historia, tendría la oportunidad de conocer en profundidad nuestro pasado.
Recuerdo todavía mi cara de asombro cuando el primer año de carrera la profesora de Geografía de España nos dijo: “como Canarias es un espacio totalmente distinto, Macaronésico, no lo vamos a dar porque es demasiado temario”. Fue la primera señal de que, efectivamente, de entre las más de 30 asignaturas solo iba a encontrar una optativa sobre Canarias.
Y así, de la Facultad salían licenciados en Historia y Geografía sin un bagaje formativo canario, a excepción de quienes se especializaban en Arqueología, por el evidente peso del mundo aborigen, y de quienes, como yo, investigamos sobre ello de forma autodidacta.
Ya entonces no estábamos conformes con esta situación y algunos, a través del Sindicato de Estudiantes Canario (SEC), reivindicamos con la campaña ‘Canarias, asignatura pendiente’ que se incluyeran estos contenidos en el temario obligatorio. Nos sumamos de esta forma al movimiento de organizaciones sindicales como el STEC y la llamada ‘Escuela Canaria’.
No digo nada nuevo si afirmo que es un consenso pedagógico la conveniencia de educar y lograr un desarrollo de la infancia desde la valoración de su propio entorno y contexto. Se hace necesario no solo por ser una herramienta de aprendizaje fundamental sino porque genera un proceso muy positivo de reforzamiento de la autoestima en los niños y en los jóvenes.
Estas últimas décadas hemos vivido momentos importantes de cambios en la estructura del sistema educativo y en las metodologías de enseñanza. La incipiente incorporación oficial de los contenidos canarios al sistema educativo se ha hecho en este proceso de cambio. Se trata de incorporar a la escuela nuestro acervo cultural para lograr que el alumnado sea capaz de interpretar la realidad canaria actual y sentirse parte de una sociedad viva.
La integración de los contenidos canarios no se debe concebir en oposición al resto de los contenidos que configuran el currículo. Al mismo tiempo que el alumnado aprecia, valora y se implica en la conservación de nuestro patrimonio (en todos sus ámbitos, cultural, lingüístico, histórico, natural, etc.) se está capacitando para apreciar la diversidad del patrimonio cultural de toda la humanidad en sus diferentes manifestaciones y formas.
Los avances en los últimos años con respecto a los contenidos canarios en la educación son significativos. En las dos últimas décadas hemos dado pasos importantes, como la inclusión de los mismos en el currículo de varias áreas temáticas. De esta forma, en los años 90 la Consejería de Educación puso en marcha el extinto Programa de Contenidos Canarios, que constituyó un primer peldaño en la integración de contenidos específicamente canarios en los currículos y en la confección de recursos educativos propios para facilitar la labor docente.
En la actualidad existe de forma oficial una incorporación de los contenidos canarios a los currículos de Primaria y Secundaria. De hecho, la Ley Canaria de Educación, establece en su artículo 5.2.m el objetivo de “fomentar el conocimiento, el respeto y la valoración del patrimonio cultural y natural de Canarias desde una perspectiva de creación de una convivencia más armoniosa entre la ciudadanía y el entorno”.
A pesar de todo esto, tenemos la sensación que muchos docentes valoran más que el alumnado sepa el papel de ERC en la II República que sobre la figura de Franchy Roca; que sepa los ríos de la Península Ibérica y Europa antes que la geografía física peculiar de nuestras islas; que conozca mejor el águila imperial que el guirre o el lagarto gigante de El Hierro; o que conozca la lista de reyes visigodos antes de los menceyes y guanartemes.
Y yo soy de los que creo firmemente que unos conocimientos no deben ir en detrimento de otros, sino que deben ser parte de un todo complementario e integral educativo.
Desde mi punto de vista se deja demasiado a la buena voluntad del docente la incorporación de estos contenidos. Los currículos en determinadas áreas son demasiado densos, lo que lleva a algunos profesores a ‘priorizar’ contenidos externos y generalistas antes que los propios. Por otro lado, la formación del profesorado es insuficiente porque el propio sistema educativo universitario en Canarias no se ha caracterizado históricamente por una profundización en los contenidos propios en las antiguas licenciaturas y diplomaturas, actuales Grados. Valga como ejemplo el mismo Grado de Historia, donde de un total de unas 45 asignaturas, nos encontramos exclusivamente con dos asignaturas semestrales obligatorias de contenidos canarios.
Por todo ello, mi deseo y reivindicación no se queda exclusivamente en que Consejería de Educación del Gobierno de Canarias rectifique su primera decisión y mantenga como asignatura obligatoria la Historia de Canarias en 4º de la ESO, sino que impulse nuevas medidas para hacer más tangible nuestra historia y nuestra cultura en las aulas y que Canarias deje, por fin, de ser una asignatura pendiente.
La situación de la biodiversidad en nuestro planeta es de auténtica emergencia, y en concreto de las especies más visibles a primera vista, los animales. Según datos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, uno de los organismos internacionales más acreditados sobre la materia, en torno a más de 5.000 especies de animales se encuentran en peligro de extinción en la actualidad. En esa nefasta lista hay más de un 10% en aves, el 20% de los reptiles, el 34% de los peces y 25% de los anfibios y mamíferos. Unas cifras espantosas que tienen su plasmación en Canarias con especies como el Chorlitejo patinegro, el Cuervo canario, el Lagarto gigante, el Pinzón azul o el Guirre (cuya foto se puede ver en este post).
Las
razones como casi todo en la vida son múltiples y
pueden resultar tremendamente particulares para cada especie, pero en
líneas generales, entre las mayores amenazas se encuentra la
destrucción y fragmentanción de sus hábitats; el cambio climático;
la caza y el tráfico
ilegal; y la introducción de especies exóticas e
invasoras.
Lagarto Gigante de La Gomera
Todavía estamos a tiempo de parar este desastre. En primer lugar apoyando la lucha contra el cambio climático y la contaminación de una forma coherente y decidida, tanto desde el punto de vista personal como político. Además, evitar que una especie desaparezca implica la puesta en marcha de una gran cantidad de recursos y acciones concretas. Algunas de ellas serían evitar la fragmentación de sus habitats, por ejemplo la deforestación; perseguir y castigar con dureza la caza ilegal y el tráfico de especies; la creación de reservas naturales; o el fomento de programas de reproducción, reintroducción y de mejora genética. Cada decisión personal tiene una consecuencia a nivel global en múltiples aspectos, de ahí la importancia de la concienciación social de la población y de nuestra capacidad como sociedad para presionar a nuestros gobiernos y a nuestras grandes empresas. #NoHayUnPlanetaB
La
crisis ecológica mundial generada por la expansión de los sistemas
socioeconómicos humanos casi hasta los últimos límites de lo
conocido, caracterizada por la globalidad y la creciente
irreversibilidad de los daños causados, por la modificación de los
pasados equilibrios del planeta y la extensión de
macrocontaminaciones ya no circunscritas a ecosistemas o regiones
determinadas, sólo se hace evidente y palpable a partir de la
segunda mitad de la década de los sesenta. Esta lenta pero creciente
constatación de crisis se combina en nuestro archipiélago con una
creciente percepción del gran cambio acaecido en Canarias con la
llegada del desarrollo turístico, y las consecuencias que éste
genera en todas las áreas: infraestructuras, urbanización de la
vida cotidiana o pérdida de valores “tradicionales”.
En nuestro archipiélago
también se dan algunas circunstancias importantes que determinan el
tipo de ecologismo que hemos vivido. Algunas de éstas se podrían
resumir en la fragilidad y limitación del territorio y, por ende, de
los recursos, y la lucha que se ha desatado desde tiempos bastantes
pretéritos por su control. Esta limitación del territorio provoca
una marcada “topofilia” que se ve incrementada en tanto en cuanto
el proceso de desarrollo se profundiza y se hace más evidente.
Además, a todo esto se
une la lógica falta de libertad que generó el franquismo para dar
posibles salidas o soluciones a esta época de cambios y conflictos a
finales de los años sesenta y principios de los setenta.
En este contexto se va
generando en Canarias la “toma de conciencia” sobre nuestra
situación medioambiental y, a grandes rasgos, aparece poco a poco lo
que denominaremos aquí movimiento ecologista.
La acción colectiva, las
ideas y los discursos que se agrupan bajo el nombre genérico de
ecologismo son tan diversos en Canarias (y en el resto de Occidente)
que hacen dudar sobre la misma idea de un movimiento. Pero, como
afirma Castells, «es precisamente esta diversidad de teorías y
prácticas lo que caracteriza al ecologismo como una nueva forma de
movimiento descentralizado, multiforme, articulado en red y
omnipresente» (1).
Antes de comenzar a
desgranar la historia del movimiento en Canarias, quería hacer una
referencia a algunas peculiaridades propias que le caracterizan en
nuestro archipiélago, que no por evidentes dejan de tener una gran
importancia. Algunas de éstas son la fragmentación insular, que
complica sobremanera no sólo la coordinación entre los colectivos
de distintas islas, sino también la coordinación con el resto del
movimiento ecologista a escala estatal. La geografía también cobra
una gran importancia con la fragilidad y limitación del territorio,
que hace el deterioro del medio mucho más visible. De esta forma,
los “hitos del proceso de desarrollo” (centrales, incineradoras,
carreteras, etc.) son imposibles de ocultar: ninguna instalación
importante queda a más de uno o dos kilómetros de distancia de la
población, por lo que suele tener una incidencia directa sobre ella.
Precisamente es esta visibilidad del deterioro y la cercanía de los
afectados las que hacen al movimiento ecologista en Canarias tener
una conexión muy importante con las preocupaciones cotidianas de los
ciudadanos. Además, la importancia de las apuestas del Estado en la
militarización del archipiélago (lanzaderas, radares, legión,
campos de tiro, etc.), así como un creciente respaldo social al
pacifismo, hacen del antimilitarismo y de la defensa del territorio
contra los intereses militares –donde Fuerteventura y El Hierro se
llevan la palma– un aspecto fundamental de la historia del
ecologismo canario.
Las etapas del movimiento ecologista
Las primeras señales de este movimiento amplio las constituyen las ideas e inquietudes en 1966 en torno a lo que posteriormente fue la Asociación Canaria de Amigos de la Naturaleza (ASCAN) en la isla de Gran Canaria, una de las primeras asociaciones de este tipo en todo el Estado.
Establecer una tipología
de este variado movimiento ecologista canario se muestra como una
tarea bastante compleja no sólo por la complicación de “etiquetar”
a cada uno de los colectivos o formas organizativas que se han ido
gestando desde sus comienzos, sino también por la propia evolución
que cada colectivo ha ido teniendo en estas décadas a partir de la
transición democrática. De todas formas, nos atreveríamos a
comentar que durante esos años setenta y ochenta, la gran mayoría
de los colectivos, o las luchas de carácter ambiental, han tenido un
origen marcado por su carácter conservacionista (2) o por la defensa
de derechos básicos ciudadanos o de su propio espacio (3).
Lógicamente, esto no quiere decir que estas características se
mantengan “eternamente”, y, por otra parte, deberíamos decir que
en realidad lo que se produce es una continua convivencia durante
estas décadas de todas las tipologías del movimiento.
Podríamos caracterizar la primera etapa del fenómeno “ecologista” como fundamentalmente conservacionista. Esta etapa comienza, como hemos dicho antes, a finales de los sesenta y empieza a mutarse en los últimos años setenta. Son años de honda preocupación por la fauna, las plantas o los espacios naturales. Este período se caracteriza por la importancia de colectivos como ASCAN y ATAN (Asociación Tinerfeña de Amigos de la Naturaleza), pero también de pequeños colectivos que comienzan a nacer a mediados de los setenta y transforman poco a poco el panorama asociativo ecologista.
Estos dos colectivos,
ASCAN y ATAN, tenían características muy parecidas; los dos
comienzan su andadura en los mismos años y con temáticas similares,
y los dos están conformados mayoritariamente por técnicos y
sectores universitarios. Destacaron estas organizaciones por sus
informes sobre aves y plantas en peligro de extinción, por su
preocupación en torno a la problemática de los espacios naturales,
y por desarrollar la primera propuesta para la declaración de
parques marinos en las Canarias orientales. Estas campañas,
lógicamente, sembraron una “semilla” que muchos jóvenes
comenzaron a recoger.
Aunque en esta década
persiste la defensa del medio natural y el paisaje, con los tímidos
inicios de las libertades políticas, a partir de 1976, surgen
asociaciones de diversa índole, preocupadas por temas de mayor
contenido social, como el impacto del turismo o los residuos y la
contaminación. Éstas comienzan a impulsar una “respuesta
ciudadana” que predominará en los siguientes años. Es la
respuesta que inicia la etapa medioambientalista, una etapa donde las
clases medias urbanas tienen un gran protagonismo en la crítica a un
modelo que cada día se les desenmascara de una forma más evidente.
Se desmorona la “utopía urbana”, y estos sectores sociales son
influidos además por las nuevas ideas que se respiran en estos años.
El pacifismo, el nacionalismo y los valores identitarios se mezclan
con las ideas ambientalistas, lo que transforma de una manera rápida
el naciente movimiento ecologista. La forma de esta respuesta puede
ser organizada de una manera más estable o bien puede ser esporádica
en forma de plataformas o manifestaciones puntuales.
Así, en estos años nacen en Gran Canaria colectivos como Magec (1976) o Azuaje (1977), muy influenciados, sobre todo este último, por esa visión más amplia de la lucha ecológica. Magec y Azuaje fueron colectivos con un marcado carácter ecopacifista,de un envidiable dinamismo, que organizó actividades y luchas variadas, como por ejemplo, campañas de limpieza de playas, contra los juguetes sexistas, a favor de los carriles bicis o contra la OTAN.
A mediados de los años setenta nace también el colectivo Aulaga en Fuerteventura que, con una base social primigenia de maestros y profesores, comienza la lucha en defensa de las dunas de Corralejo y extiende sus labores al pacifismo y el antimilitarismo.
Entre tanto, en Tenerife nacían varios colectivos a finales de los setenta y principios de los ochenta que combinaban los contenidos conservacionistas con la “ecología social”. El más importante de ellos fue el Movimiento Ecologista del Valle de la Orotava (MEVO). Este colectivo del norte de Tenerife nace en 1979, aglutinando diversos sectores sociales (como maestros, estudiantes universitarios, trabajadores de hostelería, etc.) bajo una honda preocupación por el deterioro urbanístico que se vive en la zona de La Orotava (4). Este colectivo vive una crisis interna en 1982 que lo hace desaparecer como tal, aunque muchos de sus componentes van a seguir vinculados al ecologismo activo.
La profusión de grupos ecologistas
La década de los ochenta se convierte en una época de profusión de colectivos ecologistas de distintas dimensiones y características, en la que se van desarrollando sus propiedades. La lista de pequeños colectivos locales que nacen en esta época (de 1982 a 1992) y que tienen una corta vida activa (entre dos y cinco años) es bastante extensa. Sus diferencias derivan de las inquietudes de sus componentes y de las circunstancias peculiares del período en que se desarrollan en cada comarca o isla. Así, las distintas asociaciones que proliferan en La Gomera y La Palma manifiestan cierta propensión a abordar cuestiones referentes al modelo de desarrollo y a la ordenación del territorio (5). Las de Fuerteventura, como ya hemos dicho, imprimen a su acción un marcado carácter antimilitarista, además de preocuparse por cuestiones de gran relevancia insular (como el modelo energético). En las islas centrales los colectivos son muy variados, y su labor abarca distintos temas (como la contaminación marina, los problemas del litoral, el patrimonio histórico-cultural, la calidad de vida en la ciudad, la educación ambiental, etc.). Caso aparte supone la importancia del Guincho en Lanzarote, vinculado en sus orígenes a una figura de la importancia de César Manrique.
Junto a esta actividad asociativa más constante y estable, en Canarias, al igual que en otras zonas del mundo occidental, conviven otras fórmulas de organización social y formas de lucha, que en algunos casos nacen producto de la espontaneidad de unos vecinos y otras veces son fomentadas por la “oposición” política municipal; en suma, tienen objetivos concretos y una clara visión a corto plazo: en ocasiones, cuando acaba el problema, se acaba la lucha (6). Fue el caso, a mediados de los ochenta y principios de los noventa, de plataformas ciudadanas como la Coordinadora en Defensa del Rincón “Oponte al puente-Ponte al mar”; la lucha vecinal en oposición a la urbanización del palmeral de Santa Brígida, en Gran Canaria; la movilización por la playa de Valleseco (Tenerife), o los posicionamientos de la mayoría de vecinos de El Hierro o de Fuerteventura contra sendos radares militares en Malpaso y La Matilla. Destacables en este sentido fueron sin duda las movilizaciones desarrolladas por numerosos ciudadanos en defensa de las playas de Gran Canaria, que en el verano de 1988 lograron llevar con contundencia a la opinión pública las ideas de defensa de las playas como lugar de uso público, así como la necesidad imperiosa de su conservación.
Aunque había habido
algunas experiencias conjuntas en distintas actividades o luchas, y
también había habido intentos de coordinación entre colectivos en
diversos momentos, no es hasta 1987 cuando hay un impulso decidido
por parte de la mayoría del ecologismo canario en buscar fórmulas
concretas para que se den mayores grados de unidad y coordinación.
Una de las primeras experiencias exitosas en este sentido son las I Jornadas “Salvar Canarias”, donde en Las Palmas de Gran Canaria, y a iniciativa e impulso de Veneguera, se reúnen por primera vez en la historia representantes de organizaciones ecologistas de todas las islas. Los organizadores centran el debate de estas jornadas sobre el sistema económico turístico imperante en el archipiélago y sus consecuencias, además de las posibles soluciones que el ecologismo canario podía aportar.
En parte por esta clase de experiencias, y en parte por una mayor madurez del movimiento, los distintos colectivos ponen en marcha un proceso más estable de debate y coordinación que haga mucho más efectivas las luchas en defensa del patrimonio natural y cultural del archipiélago. En ese sentido, se convocan unas reuniones anuales, que se celebran rotativamente en distintas islas, y que se comienzan a denominar Asamblea del Movimiento Ecologista Canario (AMEC).
Durante el final de los
años ochenta y principios de los noventa, la AMEC ha apoyado varias
luchas, siendo de las más destacadas la campaña de apoyo a la
Coordinadora “Salvar el Rincón”, ante los intentos de
urbanización de ese espacio agrícola de La Orotava, para lo cual se
ejerció la Iniciativa Legislativa Popular con el fin de proteger la
zona, lo que llevó a la recogida de más de 15.000 firmas (7). Otra
lucha que promocionó la AMEC es la extensión de la pelea de la
Asamblea Irichen a todas las islas contra los intentos de modificar
la Ley de Espacios Naturales de Canarias para urbanizar el Charco
Verde (La Palma).
Lógicamente, pese a esta
esperanzadora trayectoria, no faltaron momentos difíciles y de
conflicto en este proceso.
La federación ecologista Ben Magec
Aun así, este proceso de asambleas llevó casi inevitablemente a una forma de organización todavía más estable, la federación ecologista canaria Ben Magec. En la asamblea fundacional, celebrada en La Palma en febrero de 1991, firmaron como asociaciones fundadoras Altahay, ASCAN, el Colectivo de acción ecológica “Barrilla”, Cueva del Sol, Imidauen, La Vinca, Palo Blanco y Veneguera por Gran Canaria; ADENIH por El Hierro; Agonane por Fuerteventura; ATAN por Tenerife; El Guincho por Lanzarote; La Centinela por La Palma, y Guarapo por Gomera. Unos pocos meses después ASCAN y Barrilla se salen de la lista.
Con altibajos importantes, la organización de esta federación fue aumentando, y a partir de finales de los noventa da un giro importante. Deja de ser una simple coordinadora de “reuniones y campañas aisladas” para pasar a ser cada vez más una estructura organizada, que empieza a tener una importante presencia mediática y comienza a desarrollarse en sí misma como una identidad propia dentro del movimiento, donde la renovación generacional, el notable incremento de socios, la creciente infraestructura en Tenerife y Gran Canaria, así como la implicación en la confederación Ecologistas en Acción cambiarán su fisonomía para siempre.
De esta forma, estos
últimos años han vuelto a demostrar la importancia de un movimiento
social como el ecologista en Canarias, donde desde el año 1998 se
han sucedido las manifestaciones y movilizaciones más importantes
del archipiélago, y quizá de casi todo el Estado. En estos últimos
años se han promovido cuatro iniciativas legislativas populares con
un fuerte apoyo; manifestaciones contra el crecimiento turístico
como la de Veneguera o Lanzarote, que congregaron a más de 10.000
personas cada una de ellas; manifestaciones contra la política
especulativa en el litoral, en el Frente Marítimo de Las Palmas de
Gran Canaria y Granadilla, esta última con más de 60.000 personas
movilizadas; o la que reunió a más de 10.000 canarios de todas las
islas que se han concentrado contra la militarización de El Hierro.
Todo esto demuestra que el movimiento ecologista en Canarias no sólo está vivo, sino que será digno de estudio de historiadores en el futuro, como el movimiento social más importante del archipiélago en la transición entre el siglo XX y XXI.
(1) Castells, M. (1997),
La era de la información. Vol. 2, El poder de la identidad, Alianza
Editorial, Madrid.
(2) Las definiciones de
las organizaciones denominadas bajo este término son variadas según
los distintos autores. Recogemos aquí una de Castells: «Se definen
como amantes de la naturaleza y apelan a ese sentimiento en todos
nosotros, prescindiendo de las diferencias sociales. Operan mediante
las instituciones y utilizan a menudo la influencia política con
gran destreza y determinación. Se basan en un amplio apoyo popular,
así como en las donaciones de las elites acomodadas de buena
voluntad y de las empresas (…) desconfiando de ideologías
radicales y la acción espectacular que está en desacuerdo con la
mayoría de la opinión pública» (Castells, 1997).
(3) Es lo que algunos
autores como Ramón Folch o Riechmann llaman ambientalismo: «… Que
luchan por un mejor ambiente y una mejor calidad de vida para los
seres humanos, desde un punto de vista antropocéntrico». Folch, R.
(1977), Sobre el ecologismo y ecología aplicada, Ed. Ketres,
Barcelona; y Riechmann, J. y Fernández Buey, F. (1994), Redes que
dan libertad, Paidós, Barcelona. Otros autores como Castells lo
denominan como la movilización de las comunidades locales en defensa
de su espacio, que «constituye la forma de acción ecologista de
desarrollo más rápido y la que quizá enlaza de forma más directa
con las preocupaciones inmediatas de la gente con los temas más
amplios del deterioro ambiental» (Castells, 1997).
(4) La labor del MEVO en
este tema de los espacios naturales fue de tanta relevancia, que el
Cabildo de Fuerteventura le pidió a este colectivo que le ayudase en
la catalogación de los espacios a proteger en la isla oriental.
(Entrevista a Juan Pedro Hernández, en La Orotava en julio de 2002).
(5) Importante
experiencia de unidad de acción y de debate fue la Asamblea Irichen,
compuesta, a mediados de los ochenta, por varios colectivos
ecologistas palmeros, que tuvo sus principales preocupaciones en la
gestión de los espacios naturales y los residuos.
(6) Esto no quiere decir
que las ocasiones de luchas de este tipo no hayan hecho brotar
conciencia ambientalista en sectores sociales, y que de hecho algunos
colectivos ecologistas se hayan nutrido de ciudadanos que han
participado en ellas. Incluso algún grupo debe su fundación a una
lucha de este tipo.
(7) Un hecho importante a destacar es que en la historia democrática de Canarias las iniciativas legislativas populares que se han presentado y han sido aceptadas en el Parlamento han tenido en su mayoría un claro cariz “ecologista”.